Y sucedió que, cuando yo oí estas palabras, me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayune y oré delante del Dios de los cielos Nehemías 1:4
Dios será para nosotros lo que le permitamos ser. Nuestras oraciones lánguidas y sin entusiasmo no tendrán respuesta del cielo.
¡Oh, necesitamos insistir en nuestras peticiones! Pedid con fe, esperando con fe, recibir con fe, regocijarnos con esperanza, porque todo aquel que pide, encuentra. Seamos ferviente.
Busquemos a Dios de todo corazón. Nehemías en su desesperación por la noticias que recibió se sentó y se humilló ante su Dios y Creador.
Notemos que el lamento y el dolor por el pecado produce el verdadero amor, pero esto no es válido si no se acompaña por un profundo arrepentimiento, y una verdadera humillación.
Si no hay estas cualidades en el penitente la oración no tiene valor,(Luc. 18:10-14). Si estos elementos se unen puede cambiar nuestros corazones.
Busquemos a Dios con todo nuestro corazón. La gente empeña el alma y pone fervor en todo lo que emprende en su realización temporales, hasta que sus esfuerzos son coronados por el éxito.
Con intenso fervor, debemos de aprender el oficio de buscar las ricas bendiciones que Dios ha prometido, y con un esfuerzo perseverante y decidido tendremos luz, y su verdad, y su ricas ganancias.
La oración de Nehemías era una oración de confesión. “Y confesó todos los pecados de su pueblo, hemos pecado contra ti; yo y la casa de mi padre, y no hemos guardado tus mandamientos.Todos y un servidor se incluye.Debemos clamar a Dios con sinceridad y alma hambrienta. Debemos luchar con los agentes celestiales hasta que obtengamos la victoria.
Debemos de poner todo nuestro ser, nuestras almas, cuerpo y espíritu en las manos del Señor,
y resolved que seréis sus instrumentos vivos y consagrados, movidos por su voluntad, controlados por su mente, e imbuidos por su Espíritu.
Si la oración de Nehemías es una oración que apela a las promesas de Dios. También las nuestras, deben de apelar a las promesas de Dios por medio de Jesucristo.
Si nosotros pecamos y estamos disperso por el mundo dice el Señor, si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusieseis por obra, si fueran esparcidos, de allí donde estéis yo os recogeré.
Tiempos difíciles se avecinan en el mundo, solo nos queda decir: “Sálvame, Señor, o pereceré”.
MARANATA.
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