El día 19 de Agosto conocí a un hermano de la fe, Luis Aguilar es pescador, este hombre temeroso de Dios, tuvo un accidente cuando navegaba en la mar.
Una garrocha del barco le pego en toda la cara, sufriendo las consecuencias de dicho golpe. Fue operado, pero en ningún momento abandonó su fe en Jesús.
La confianza puesta en su Dios, le dio ánimo para seguir adelante. Dentro de unos días será intervenido, el sigue confiando en que saldrá bien de la operación.
Hoy, hay muchas personas del pueblo de Dios, que están sufriendo de muchos males de esta vida. El texto de hoy, nos indica que las sendas de la gracia pasaran para algunos solo por las orillas cubiertas de hierbas del arroyo.
Para otros pasan por la senda de la aflicción y por el valle de la muerte, un lugar donde no nos apetece visitar.
En unos de mis viajes a Marruecos, nos dirigimos a la ciudad de Rachidia, pero teníamos que pasar por una carretera muy peligrosa, los barrancos en tiempos de lluvia eran peligrosos, pocos eran lo que se atrevían a pasar.
Eran lugares muy estrechos, con laderas empinadas que en invierno bloquean la luz, y la oscuridad se hace patente.
Esto nos recordaba, la “sombra de muerte” por la noche era una “densa oscuridad” viajar por esa carretera de barrancos era una temeridad.
Pero no había otra solución, en todo el trayecto el Señor estaba con nosotros y por fin al amanecer estábamos en las llanuras del desierto.
En todo momento, al igual que Dios no abandonó a Luis Aguilar, tampoco nos abandonó a nosotros.Dios está siempre cuidando de sus hijos. Esta vida es un valle de sombras y de muerte.
Hemos de orar como lo hacía Abraham, Josue, Daniel, y procurar la instrucción divina, para que la luz divina brille en nuestro carácter.
En aquel glorioso día, veremos cara a cara a nuestro Señor Jesús, y la senda que ahora vemos como tinieblas, será luz resplandecientes a nuestros pies.
No importa cuán profundo es el valle o cuán persistente sean los enemigos, debemos tener la certeza de la bondad y el amor inagotable de Dios y la seguridad de su dirección hasta el final de nuestra vida.
Si estos pensamientos pudieron sostener a Abraham, Josué, y a Daniel, y a Jesús hasta el calvario, nosotros también deberíamos sentirnos animados a seguir hasta la meta.
Nuestra meta es conseguir cruzar el valle de la muerte, y dirigirnos al valle de la vida.
MARANATA.
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