miércoles, 14 de marzo de 2012

LA OBEDIENCIA PRONTA.

Me apresuré y no me retardé en guardar tus mandamientos. Sal. 119: 60.

La obediencia a las leyes de Dios desarrolla en el hombre un carácter hermoso que está en armonía con todo lo puro, lo santo, y lo incontaminado. En la vida de tales hombres se revela el Evangelio de Cristo. (foto. A través de la ley de Dios se forma el carácter).

Al aceptar la misericordia de Cristo y su sanamiento del poder del pecado, el hombre queda en correcta relación con Dios.

Su vida, purificada de la vanidad y el egoísmo, se llena del amor del Padre. Su diaria obediencia a la ley del Señor le brinda un carácter que le asegura la vida eterna en el reino de Dios. (foto. Cristo cuidaba del prójimo).

En su vida terrenal el Salvador nos da ejemplo de la vida santificada que podemos poseer si dedicamos nuestros días a hacer el bien a las almas que necesitan nuestra ayuda. Es nuestro privilegio brindar alegría a los sufrientes, luz a los que están en tinieblas, y vida a los que perecen.

El mensaje del Señor nos llega con estas palabras: "¿Por qué permanecéis todo el día ociosos? Trabajad mientras es de día; porque la noche viene cuando nadie puede obrar".(foto. Tenemos que ayudar a los demás)

Cada palabra que hablemos, cada acto que realicemos, que propenda a la felicidad de los demás, propenderá a la nuestra también, y hará que nuestra vida sea semejante a la de Cristo.

Nuestras diarias tareas debieran ser aceptadas con alegría y realizadas alegremente también. Nuestro deber más importante consiste en revelar mediante nuestras palabras y nuestro comportamiento una vida que manifieste los atributos del cielo. Se nos da la Palabra de vida para que la estudiemos y la practiquemos. (foto. Nuestra comunidad nos necesita).

Nuestros actos debieran estar en estricta conformidad con las leyes del reino de los cielos. Entonces el cielo podrá aprobar nuestra obra; y los talentos que empleemos en su servicio se multiplicarán para que seamos más útiles todavía.-MS 49, 1907. 45
G. W.

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