lunes, 11 de abril de 2011

VIVIR PARA SALVAR A OTROS.

Si alguno quiere vivir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Luc. 9:23.

El pecado más difundido que nos separa de Dios y provoca tanto trastorno espirituales contagiosos, es el egoísmo. No se puede volver al Señor excepto mediante la abnegación. Por nosotros mismos no podemos hacer nada; pero si Dios nos fortalece, podemos vivir para hacer bien a otros, y de esta manera rehuir el mal del egoísmo.
(foto.Buscar a las almas que se pierden en la jungla humana).

No necesitamos ir a tierras paganas para manifestar nuestro deseo de consagrarlo todo a Dios en una vida útil y abnegada. Debemos hacer esto en el círculo del hogar, en la iglesia, entre aquellos con quienes tratamos y con aquellos con quienes hacemos negocios.

En la misma vocaciones comunes de la vida es donde se ha de de negar al yo y mantenerlo en sujeción. Pablo podía decir: "Cada día muero" (1 Cor.15:31). Es esa muerte diaria del yo en las pequeñas transacciones de la vida lo que nos hace vencedores. Debemos olvidar el yo por el deseo de hacer bien a otros.

A muchos les falta decididamente amor por los demás. En vez de cumplir fielmente su deber, procuran más bien su propio placer. Dios impone positivamente a todos los que le siguen el deber de beneficiar a otro
s con su influencia y recursos, y de procurar de él la sabiduría que los habilitará para hacer todo lo que esté en su poder para elevar los pensamientos y los afectos de aquellos sobre quienes pueden ejercer su influencia.

Al obrar por los demás, se experimentará una dulce satisfación, una íntima que será suficiente recompensa. Cuando estén movidos por un elevado y noble deseo de hacer bien a otros, hallarán verdadera felicidad en el cumplimiento de los múltiples deberes de la vida.

Esto l porque todo cumplimiento fiel y abnegado del deber es notado por los ángeles, y resplandece en el registro de la vida. En el cielo nadie pe
nsará en si mismo, ni buscará su propio placer; sino que todos, por amor puro y genuino, procurará la felicidad de los seres celestiales que los rodeen.

Si deseamos disfrutar de la sociedad celestial en la tierra renovada, debemos ser gobernados aquí por los principios celestiales. La mayor obre que puede hacer en nuestro mundo consiste en glorificar a Dios viviendo el carácter de Cristo. (foto. Si queremos vivir en el cielo trabajemos para nuestro Maestro y Señor Jesucristo).
G. W.

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