Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en la tribulación, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia prueba; y la prueba, esperanza. (Rom. 5:3,4.).Uno puede estar tentado a sospechar del equilibro mental de una persona que se regocija con las opresiones y afliciones que le vienen. En realidad, si la idea hubiera sido sugerida por algún escrito fuera de las páginas de la Biblia, tal vez dudaríamos de su juicio, pues superficialmente el pensamiento quizá parezca casi fruto de un enfermo mental.
Pero tenemos que aceptar la idea como correctas pues es inequívocamente declarada por un pensador de mente tan sana como Pablo, no una vez sino varias veces y, lo que es más, Jesús mismo la enseña.
Revisando un original para un libro médico, hace algún tiempo, llegué a una declaración que me dio una clave para el problema de nuestro texto: "Nuestras facultades físicas de residencia son estimuladas por la presencia de gérmenes y virus, de modo que esos enemigos ocultos en realidad pueden desempeñar una función útil ayudarnos a que nos mantengamos fuertes y con salud".
Al prepararnos para el cielo, debemos adquirir una resistencia a los diversos "gérmenes y virus" del pecado que nos son inoculados. Esto no significa que hemos de exponernos deliberadamente a dificultades y pecados. Eso, con frecuencia, significa un exceso de infección que debilita o destruye la vida espiritual. Pero cuando el Médico celestial permite que nos vengan tribulaciones y tentaciones, debemos reconocer que son en realidad bendiciones disfrazadas. De ahí nuestro regocijo.
También necesitamos recordar que aun Jesús, "autor de " nuestra "salvación" fue perfeccionado "por aflicción" (Heb. 2:10).
Por lo tanto, cuando nos vengan las tribulaciones, gloriémonos en ellas, "...sabiendo que y la prueba esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
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