jueves, 6 de agosto de 2009

POSICIÓN NO EXCLUYENTE NECESIDAD DE ORAR


Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón" (Neh. 1:11).

Nehemías, uno de los desterrados hebreos, ocupaba un cargo de influencia y honor en la corte de Persia. Como copero del rey, tenía libre acceso a la presencia real y en virtud de esta intimidad y gracias a sus dotes personales y su fidelidad, llegó a ser el consejero del monarca. Era un hombre de principios, de integridad inquebrantable y de gran sagacidad.

En esa tierra pagana, rodeado por la pompa y el esplendor de la corte, Nehemías no olvidó al Dios de sus padres ni a su pueblo a quien fueran confiados los sagrados oráculos. La dignidad de su posición no menoscabó ni su piedad ni el amor por sus hermanos... No se avergonzó de su relación con ellos ni de la verdad. Sentía que debía honrar la verdad en todo lugar. No se disculpaba por sostener una fe diferente de la que profesaban los miembros de la corte persa...

Mediante mensajeros de Judea, el patriota hebreo supo que habían llegado días de prueba para la ciudad escogida. Se había reedificado el segundo templo y porciones de la ciudad; pero la obra de restauración se veía estorbada, los servicios del templo eran perturbados, y el pueblo mantenido en constante alarma por el hecho de que las murallas de la ciudad permanecían mayormente en ruinas y sus pórticos incendiados. La capital de Judá se transformaba rápidamente en un lugar desolado y los pocos habitantes que permanecían allí estaban profundamente amargados por las burlas de los agresores idólatras que les decían: "¿Donde está vuestro Dios?"

El corazón del patriota hebreo estaba abrumado por las malas noticias. Tan grande era su pesar que no comió ni bebió. [Él mismo dice]: "Lloré, y enlutéme por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos". Pero cuando ese primer estallido de congoja concluyó, se volvió en su aflicción hacia el gran Ayudador. El registro dice: "Oré delante del Dios de los cielos". Vació su corazón delante del Señor. Sabía que la aflicción que había venido sobre Israel era el resultado de su transgresión y con profunda humillación se presentó delante de Dios para pedir perdón y suplicar la renovación del favor divino. Fielmente confesó sus pecados y los de su pueblo.

Aferrándose a la fe y a las promesas divinas, Nehemías puso en el escabel de la misericordia celestial su petición delante del Señor para que sostuviera la causa de su pueblo penitente, restaurara sus fuerzas y reconstruyera sus lugares asolados (Manuscrito 58, 1903).

E. G. White

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