Porque en sus manos está las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas. Suyo también el mar, pues él lo hizo; y sus manos formaron la tierra. Salmos 95:4-5.
Desde lo más profundo de la tierra hasta las más elevadas cimas, todo pertenece a Dios y se encuentra bajo su dominio. Desde el átomo mas pequeño, hasta la estrella de neutrones, y el vasto universo todo pertenece al Creado.
El ser humano es insignificante, ante tanta grandeza. Me viene a mi mente recuerdos cuando cruce el Pacifico y el Atlántico, me sentí sobrecogido por su inmensidad y lo pequeño que es el hombre en comparación a él.
Cuando miro al espacio me siento muy pequeño, y me pregunto: ¿que es el hombre, para que Dios le ame tanto? Lo contemplo y al mirarlo me siento desesperadamente indefenso ante tanta grandeza.
El rey Salomón, contemplo los campos en flor, las montañas silenciosas y majestuosas que daban testimonio de un Dios grande.Los que viven cerca del mar, y observan las olas en su ir y venir, echando espuma y retrocediéndose, silenciosamente reconocerán que hay algo más grande que cualquier hombre y que todos los hombres.
La vida se asemeja mucho a esto, y es bueno saberlo. Creo que la contemplación de lo creado debería inducirnos a contemplar la grandeza de un Dios de amor.
Cuando estuve en Suiza, me gustaba contempla sus paisajes, sus ríos, era muy hermoso contemplarlos, y siempre venia a mi mente como seria la Tierra Nueva. Los hombres tenemos altos y bajos como las montañas y las olas, y eso es bueno saberlo.
Pero también es bueno saber que dependemos de Dios, y que nuestra relación debería de ser cómo esos montes alpino que dan testimonio de su grandeza. Aunque tú marches bien en tu camino hacia la santidad.
Experimentarás momentos cuando sentirás que estas lejos de alcanzar la cumbre; y entonces amenos que comprendas el principio de la escalada, la montaña podría desanimarte.
Este es uno de los principios del cristiano, saber cuándo es el momento de pedir ayuda y remontar la cumbre.
Tenemos el ejemplo de David, escalo la montaña de la fe, y de pronto se vio al borde de un acantilado, cayo por el acantilado hasta llegar a una corta meseta.
David se dio cuenta de su situación, y pidió ayuda aquel que podía sacarlo de ese abismo. David tuvo altos y bajos, pero sólo contaba con la ayuda de su Señor para salir del paso. Lo mismo pasa en nuestras vidas.
Cuando comenzamos atravesar por una situación difícil, demasiado a menudo dejamos que el pánico nos invada y nos olvidamos de Dios. Debemos de mantener nuestra fe hasta que Dios nos ayude.
MARANATA.
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