jueves, 20 de febrero de 2014

¿NECESITAMOS REALMENTE A DIOS EN EL SIGLO XXI?

¡Hay de los que se levantan de mañana para seguir la embriaguez; que se están hasta la noche, hasta que el vino los enciende! Y en sus banquetes hay arpas, vihuelas, tamboriles, flautas y vino; y no miran la obra de Jehová, ni considera la obra de sus manos. (Isa. 5:11-12).

¿Puede realmente alguien creer en Dios en estos esclarecidos días?
echemos un vistazo al pasado.  Siglos atrás en la era oscura cuando los hombre creían ampliamente en demonios y brujas, cuando la enfermedades y los temores aparecían por cualquier lugar, sentían que era indispensable creer en un poder superior.

Pero, ¿que podemos decir  acerca de nuestro siglo?  Con todo nuestra avanzada tecnología y nuestros grandes medicamentos que nos cura o nos mata según el caso, ¿necesita el hombre un poder extremo?

En muchos aspectos donde antes el ser humano sentía su necesidad de Dios, el hombre de ciencia llena los requisitos con los aparentes milagros de su laboratorio.  El hombre ya no teme más a los terrores del pasado,de los cuales creía que sólo podía librarse gracias a un poder superior.

En la actualidad lo protegen la buena alimentación, la higiene y los medicamentos, o antibióticos el control de las más fieras enfermedades, la inmunización.  Nadie podrá negar que la ciencia ha realizado hazañas asombrosas en las últimas décadas.  Hay, sin embargo, algunas preguntas que los hombres de ciencia no han contestado, algunos problemas que la tecnología no ha resuelto, algunas necesidades humanas que no puede satisfacer el laboratorio.

La ciencia no ha proporcionado pruebas concluyentes acerca del origen del hombre y del planeta en que vivimos: la tierra. Todas las ideas evolucionistas, son todas teorías, hipótesis, no son echos consumados.
Los hombres de la ciencia han formulado numerosas hipótesis, pero no han logrado una explicación más plausible que la creación por voluntad divina.

El hombre librado a sí mismo es capaz de retorcer en el nebuloso pasado hasta por ahí no más; en seguida comienza a encontrar dificultades.  Incluso esa primera minúscula chispa de vida que encuentra, ha debido tener su comienzo en alguna fuerza viviente que está fuera del poder del hombre. 

La ciencia no ha encontrado aún el remedio para la calamida del pecado que ha malogrado la tierra y sus habitantes.  La máquinas no le proporcionan al hombre la manera de vivir "en este siglo, justa y piadosamente". tampoco se puede encontrar fórmulas para la vida eterna en los tubos de ensayo. El hombre sigue necesitando a Dios.
 

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