Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús" (Gál. 3:26).Jesucristo es el Restaurador. Satanás, el apóstata, es el destructor. Aquí está planteado el conflicto entre el Príncipe de la vida y el príncipe de este mundo, el poder de las tinieblas... El Redentor del mundo no planificó que la herencia que había comprado viviera y muriese en sus pecados. ¿Qué quiero decir? ¿Por qué son pocos los que se salvan? Es porque muchos que profesan ser cristianos trabajan siguiendo los lineamientos del gran apóstata. Le permiten a Satanás planificar por ellos. El enemigo ha hecho de ellos seres apóstatas y desleales a Dios, rebeldes contra sus preceptos y sus leyes. Este hecho impone una gran labor sobre el verdadero cristiano. El creyente ha de convencer al transgresor de su condición pecadora, pues el "pecado es transgresión de laley".
¡Cuánto más se podría hacer en favor de Cristo si todos los que tienen la luz y la verdad ante ellos y profesan creer en la Palabra, practicaran la Palabra y adornaran, la doctrina de Cristo nuestro Salvador!... Hay muchos hombres y mujeres sinceros, prudentes y cálidos que podrían hacer mucho más por el Señor si primero se consagraran a Dios y se acercaran a él buscándolo de todo corazón...
Hemos de afrontar los mismos problemas que Cristo confrontó. El tibio, el codicioso, el justo en sí mismo, el impuro, fueron las principales piedras de tropiezo que él encontró, y los que trabajen con él han de encontrarse con las mismas causas de desánimo en estas experiencias...
Todos los que se comprometen en esta labor como colaboradores con Cristo no sólo deben estar dispuestos a predicar la verdad, sino a practicarla... No se producirían alteraciones en la economía divina a fin de producir cambios en el mundo religioso. Los hombres y las mujeres deben levantarse ante la emergencia. Deben recibir el aceite, la comunicación divina y ricas bendiciones. Esto los capacitará para incorporarse y resplandecer, porque ha llegado la luz y la gloria de Jehová ha resplandecido sobreellos.
Aquellos que dicen creer la Palabra de Dios y tienen en alta estima sus propios rasgos de carácter, heredados y cultivados, son las mayores piedras de tropiezo que encontraremos al presentar las grandes y santas verdades para, este tiempo. Los que creen en la verdad presente han de practicar y vivir la verdad. Deben estudiar y alimentarse de la Palabra, lo que significa comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Deben incorporar esa Palabra, que es espíritu y vida, a su vida cotidiana y práctica. Es el pan del cielo y ha de vivificar al mundo(Manuscrito 34, 1896).
E. G. White
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