domingo, 24 de septiembre de 2023

LAS OBRAS DE MI DIOS.

Me acordare de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras,y hablaré de tus hechos”. Salmos 77:11-12.

El hombre sólo puede recibir la justicia de Cristo mediante la fe, ya que nadie puede convertirse en justo por su propio esfuerzos (Efe. 2:8,9). 

El salmista reconoce que las obras es el fruto de la fe. No la raíz de la fe La fe viene primero, y donde hay verdadera fe, las obras fluyen inevitablemente del cristiano. 

El espíritu del salmista esta angustiado, reconoce que su corazón le puede desviar del verdadero objetivo que es hacer la voluntad de Dios. 

La situación es desesperada y le embarga un sentimiento de soledad. Esto puede ocurrirnos a cada uno de nosotros, cuando nos alejamos de un Dios misericordioso. 

El mundo pone un velo en nuestros ojos, para que no veamos la gran misericordia de Dios que tiene con aquellos que le buscan. 

Cierto es, que el ánimo del Rey David pasó por muchos cambios en su vida. Al igual que la de cada uno de ustedes a lo largo de su vida. 

Cuando el cristiano se percata de la voluntad y de los caminos de Dios, sienten en su interior una gran euforia; poco después, cuando captamos una imagen del reverso de la misericordia y del inmutable amor de Dios, todo nos parece en un mundo de oscuridad y toda casa se nos viene abajo. 

Pero cuando nos ponemos de rodillas, y meditamos en la gran misericordia de Dios, las ventanas del cielo se nos abre ante nosotros. 

Podemos tener altos y bajos en nuestra vida, pero la fidelidad a Dios debe de ser constante en nuestra vida. Si no fuera así, nuestra vida la dominaría el mundo y sus teorías. 

Podemos clamar como clamo David. “¿Desechará el Señor para siempre, y no volverá más a sernos propicio?” 

Dios no dejará abandonado a ninguno de sus hijos, mientras que clamen a Él. 

La comunicación entre el hombres y mujeres deben de ascender como incienso agradable al tono de Dios. 

Por más densas que sea la oscuridad de nuestras almas. Cuando hagamos nuestras las promesas que Dios nos ha dado, entonces fluirá en nuestro corazón la esperanza de que Dios esta con nosotros. 

El asediarnos de la mano de Dios, es hacer lo que hacia Daniel y mucho de los profetas, orar y orar sin cesar y la mano que protegió a su pueblo en la antigüedad, sera con nosotros hasta que Cristo venga en las nubes. Amen.

MARANATA

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