EL NACIMIENTO DEL SOL.

Desde el nacimiento del sol basta donde se pone, sea alabado el nombre de Jehová. Sal 113:3.

Es común alabar a Dios cuando el corazón rebosa de alegría y gratitud. 

Es también común buscarlo cuando las cosas parecen escapar del control y tú sientes que no tienes más fuerzas para continuar resistiendo la prueba de esta vida.

No me refiero a huracán como el Katrina que arrasaron todo

dejando a su paso destrucción y desolación, pero dejó la esperanza de poder reconstruir un futuro mejor. 

Me recuerda a los Valdenses, fueron destruidos pero de las cenizas surgió la esperanzas. 

También me refiero a aquellos vendavales emocionales que se llevan hasta las ganas de continuar viviendo.

¿Qué sucede cuando el ser amado un día te mira y te dice: “Fue bueno mientras duró, pero me estoy yendo porque quiero ser feliz?”

¿O qué sientes cuando después de toda una vida de trabajo, la traición de alguien en quien tú confiabas parece destruir tus sueños? 

¿Cómo reaccionas ante el cuerpo inerte del hijo amado, o ante el diagnóstico de un cáncer Terminal en plena juventud?

Buscar a Dios en los momentos de alegría y de tristeza será más fácil si la declaración del versículo de hoy es una realidad en tu experiencia.

Alabar el nombre de Dios debe ser un acto permanente. “Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone”. Andando, viajando, trabajando, viviendo, la alabanza debe estar presente en cada latido del corazón.

El humanismo de nuestros días concentra la atención del hombre en el propio hombre. “Busca la solución dentro de ti mismo”, afirma. “Saca la energía de tu interior”, declara. 

En contraste, la teología bíblica es teocéntrica. Según ella, todos los caminos e intenciones humanas deben converger en Dios. 

La Biblia enseña que Dios está en los cielos, pero que quiere estar en tu vida. En todos los días y en cada momento que pases en este mundo.

¿Dejarás que Dios camine a tu lado hoy? ¿Le pedirás orientación antes de tomar la decisión que necesitas tomar? 

Te separaras de la presencia de Dios, solo por el problema que has tenido, eso seria quitar el tubo de oxígeno que está conectado al corazón de Cristo.

Si aprendemos a sentir la presencia de Dios en todo momento, nos será más fácil soportar la pruebas y el dolor, aunque las lágrimas nos impida ver a nuestro Señor.

Ábrele el corazón a Jesús. Abraza a tus amados antes de salir de casa. Anima al débil, consuela al triste y encara con optimismo los desafíos de este día. 

Y no olvides: “Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado el nombre de Jehová”. Amen

MARANATA.

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