lunes, 4 de octubre de 2010

EL DIVINO REFINADOR.

Y volveré mi mano contra ti, y limpiaré hasta lo más puro tus escorias, y quitaré toda tu impureza. Isa. l: 25.

Seremos probados de todas maneras hasta que toda la escoria y el metal vil desaparezcan, y sólo quede oro puro. Hay una obra que hacer en su favor. Tiene que ser profundamente humilde, y combatir contra el yo y una voluntad insumisa, porque en caso contrario ciertamente caerá en la trampa del enemigo.

Algunos a quienes les gusta oír y decir cosas nuevas lo han ofendido y lo han herido, y usted mentalmente ha censurado a los que no lo merecen y ha alimentado sospechas de aquellos en quienes podía confiar sin duda alguna. Cuando asuma la actitud debida, su corazón se entrelazará fuertemente con el de sus hermanos y hermanas, y el de ellos se unirá con el suyo; pero usted se ha estado apartando de sus hermanos, y el problema en realidad está en usted mismo: No quiere ni que se lo guíe ni que se lo instruya. Las tinieblas y las nubes se están agolpando sobre usted. Satanás quiere tomarlo para zarandearlo como a trigo. Lo está observando ansiosamente para verlo caer y regocijarse con su caída.

Dios desea que su iglesia esté más separada del mundo en lo que se refiere a la indumentaria de lo que usted cree. Está instruyendo constantemente a su pueblo para que huya del orgullo manifestado en la apariencia personal, y del amor al yo, pero usted está trabajando directamente en contra del Espíritu de Dios en este asunto, y por lo tanto anda en tinieblas y se ha ubicado en el campo del enemigo.

Vi que Dios lo ama. El buen Pastor lo ha cuidado con ternura y lo ha preservado en medio de aflicciones y sufrimientos; no obstante, usted debe someter su voluntad y su juicio, y debe estar dispuesto a aprender. Nadie, absolutamente nadie puede ir solo al cielo. El Señor tiene un pueblo al que guía e instruye. Los que forman parte de él deben estar sujetos los unos a los otros. Si alguien quiere ir solo al cielo, separado de los demás, descubrirá que ha elegido la senda equivocada que no conduce a la vida. . .

He tratado de escribirle acerca de este asunto tal como me ha sido presentado. Mi oración es que usted lo vea así y que haga una obra cierta y completa teniendo en vista la eternidad (Carta 19, del 13 de octubre de 1861, un testimonio personal).

E. G. W.

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