jueves, 29 de julio de 2010

¿QUE NOS HACE RECONOCER A JESÚS?

Este vino a Jesús de noche, y le dijo: ‘Rabi sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, sino está Dios con él': Juan 3:2.

No había pasado mucho tiempo desde el inicio del I ministerio de Jesús cuando ya muchos dirigentes de su país se posicionaron en su contra. Aunque formaba parte de ese grupo dirigente, Nicodemo no compartía su animadversión hacia Jesús. Había oído y posiblemente visto algunos de los milagros que no dejaban lugar a dudas de que Jesús era alguien fuera de serie, alguien como nunca antes hubo en la experiencia de la nación.

Hay quien piensa que, en un intento de anticiparse a un posible conflicto abierto con el sanedrín, Nicodemo, apoyado probablemente por otros de sensibilidad similar a la suya, se habría prestado a “negociar” una salida honrosa donde ni el sanedrín ni Jesús perderían, y en la que ambos podrían salir victoriosos. Quizá su deseo inicial fuese que Jesús se uniese a ellos como un “gran maestro", mientras que ellos podían seguir ocupándose de lo que entendían que eran sus menesteres. ¡Qué equivocado estaba! Jesús no estaba en el negocio de llegar a componendas con el pecado y tampoco tenía interés en los puestos honoríficos que quisieran ofrecerle.

Jesús le explicó a Nicodemo la razón por la que estaba en el mundo: salvar al pecador de su pecado. Él y otros dirigentes reconocían a Jesús por los milagros, pero Jesús le mostró que el propósito esencial de su misión iba mucho más allá de la originalidad del contenido o de lo novedoso de sus métodos de enseñanza, pues se centraba en la salvación que había venido a dar al mundo. Las enseñanzas de Jesús eran importantes; los milagros eran fulminantes para zanjar cualquier controversia; pero el hecho de que muriese por nosotros sobrepasa cualquier otra enseñanza y es el milagro de milagros. No solo enseñó como ningún hombre, sino que murió como ningún otro, y por su muerte hizo lo que nadie jamás ha hecho ni hará: regalarnos la salvación. Reconozcámosle por sus hechos más que por sus enseñanzas y milagros.

“La enseñanza de Jesús inculcaba de la manera más comprensible y sencilla las ideas más trascendentales y las verdades más sublimes, de modo que “los que eran del común del pueblo le oían de buena gana” (COES 121).

Génesis 44:1-45:28; Juan 3:1-30

Pr. Israel Leito

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