Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos. Prov. 3:1.La vida es un proceso de aprendizaje. No se limita a un período de tiempo, ni al seguimiento de un calendario académico. El aprendizaje es diario, constante y permanente. Dejar de aprender es dejar de vivir. Viven bien los que aprenden bien, y aprenden bien los que tienen como maestro a Alguien que no puede fallar. Jesús es ese Maestro.
Muchas veces, dirigiendo mi automóvil en una ciudad desconocida, tuve que detenerme para buscar orientación. Algunas veces me indicaron el camino equivocado. Me llevó tiempo descubrir el error y cambiar la dirección. Nerviosismo, enfado y frustración fueron las consecuencias.
En el proverbio de hoy, el Señor se presenta como el gran Maestro de la vida. Es el padre preocupado por la felicidad del hijo. “Hijo mío, no te olvides de mi ley”, aconseja. Lo que más quiere Dios es que tú seas un hombre o mujer que aprende cómo ser feliz.
El mayor problema en el proceso del aprendizaje es el olvido. Tú estudias con dedicación, pero a la hora del examen parece que todo desaparece de tu mente. Tú te olvidas. No recuerdas y eres reprobado.
La vida está llena de exámenes, de pruebas. Pasarlas exitosamente es garantía de felicidad. En esos momentos es muy importante “recordar” todo lo que te fue enseñado y tomar decisiones acertadas.
Es interesante notar que Salomón relaciona el aprendizaje con el corazón. “Hijo mío, no te olvides” dice. Evidentemente, aquí apela a las facultades de la mente, pero enseguida añade que “tu corazón guarde mis mandamientos”. Esta es una referencia explícita a los sentimientos. Es que el ser humano es una unidad indivisible. Mente, corazón y cuerpo no pueden separarse. No basta creer en Dios, es necesario obedecer. Saber es fundamental, sentir es básico.
Si el aprendizaje es un proceso, no te desanimes. Mientras vivas estarás en condiciones de aprender. A veces con lágrimas y dolor, otras veces con alegría y satisfacción. Tropezando unas veces en las piedras del camino, o levantándote y sacudiéndote e1 polvo. Pero es imperioso continuar, porque la vida es así. Por eso, Dios afirma: “Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos”.
Pr. Alejandro Bullón